domingo, 5 de agosto de 2007

CAPITULO 3

Mi graduación.

Para resumirles les diré que mi primer matrimonio o el tiempo que duró, fue como un cólico de gases: doloroso, con retortijones y terminó en un gran pedo. Es decir, fue difícil, tormentoso, pero al final sentí un gran alivio.
Mi primera esposa que por motivos altamente sentimentales no voy a mencionar su nombre (la detesto), me acompañó gran parte de mi carrera universitaria. Yo creo que esos romances largos y tendidos, terminan cansando a todos. Luego de 10 años de noviazgo largo e infructuoso no tuve la peor idea de pedirle matrimonio.
Acababa de terminar mi carrera y luego de una pomposa ceremonia nos casamos.
Cuando uno se casa siempre piensa que la vida va a ser feliz, todo va a salir bien, y todos comeremos perdices. Aunque eso de las perdices nunca me quedo claro porque en este país nadie las conoce.
Cuando me gradúe ya tenía un mes de casado. Mi fiesta de graduación estuvo llena de sorpresas, en un sorteo me gane un estetoscopio que al final alguien se encargo de llevárselo y dejarme la caja de recuerdo. La mayoría de romances universitarios habían terminado muy mal, el único y fiel idiota fui yo, que hasta termine en el altar. Esa noche bebí gran cantidad de licor, estaba completamente desinhibido, bailé y me divertí como nunca.
Al percatarnos que el alba estaba próxima, no tuve mejor idea de decirle a Ignacio mi amigo del alma que la siguiéramos en mi casa, que en realidad era un departamento de 120 metros cuadrados en un cuarto piso. Después de todo, me sentí importante porque era la primera vez que podía decir: vamos a mi casa.
Palabra mágica, como en fiesta de barrio, el rumor de que la seguiríamos en otro lado corrió como reguero de pólvora. En solo 5 minutos parece que todos ya lo sabían.
Con mi mujer (ahora ex) salimos y le dije que irían a casa un par de amigos, muy contenta y comprensiva aquella mujer me dijo: pasemos comprando algo.
Bueno después del primer mes de matrimonio y con los gastos que ello acarrea, no habíamos comprado todavía muebles, teníamos un par de alfombras persas que alguien nos regaló y abundantes cajas con copas y vasos de todos tamaños, que les diré es un regalo muy útil, porque uno se los avienta durante el matrimonio y para esto hay que estar armado.
Luego de comprar unas latas de cerveza y bocaditos, nos dirigimos al departamento; para desgracia nuestra no había donde estacionar, parece que algún vecino había hecho tremenda fiesta y había copado los estacionamientos de toda la cuadra.
Al bajar del auto y acercarme a mi hogar, me di cuenta que ningún vecino había hecho fiesta alguna, las 200 personas de aquella fiesta de graduación estaban en mi casa esperándome, mi mujer (ahora ex) me miró con cara de pocos amigos entro en la casa e hizo pasar solo a los que pudieron entrar. Mi casa parecía un club nocturno, habían extendido aquellas alfombras en la sala y el comedor, se habían sentado en ellas y abrían las cajas de vasos sacándolos y pasándoselos unos a otros, de todos tamaños formas y colores. Habían botellas de licor por todo lado, la gente que no podía entrar estaba en el pasadizo y las escaleras sentados y haciendo escándalo.
Dios mío! en ese mar de gente buscaba a Ignacio para poder matarlo, pero porque carajo les dijo a todos que fueran a mi casa?
Había gente por todos lados todos me decían salud me palmoteaban y seguían bebiendo, ya casi amanecía y mis vecinos en el edificio estaban a punto de salir. Entré en mi habitación y encontré a 5 de mis amigas de promoción completamente ebrias tiradas en mi cama, en la otra habitación había tres mas durmiendo encima de una ruma de ropa sucia, en la tina del baño mi amigo pedro estaba durmiendo bañado en su propio vómito, era un espectáculo salido de un cuento de horror.
Me senté en una de las alfombras donde estaban mis amigos uno de ellos me dijo: Gerardo eres la cagada! vi asomarse por la entrada a Ignacio que a viva voz dijo: vamos a comer ceviche, las 200 personas que estaban en la sala, el comedor, los baños y las escaleras de aquel edificio a una sola voz dieron su aprobación, todos salieron en tropel se atropellaban unos a otros como si hubiera habido un terremoto. Es impresionante el poder de convocatoria que tiene Ignacio, sobre todo para la juerga.
Al ver salir de a pocos a aquel mar humano empecé a recobrar la cordura y la sobriedad. Ya había salido el sol.
Parado en la puerta y viendo como se alejaban aquellos vándalos, vi la puerta de mi vecino de enfrente abrirse, salio un señor en bata de dormir que me miró seriamente y con voz gruesa me dijo: es usted doctor?
Pues desde hoy si, le dije…………………..pues, entonces déme algo para el dolor de cabeza.

DE LAS MEMORIAS DE MI VIDA. GERARDO

3 comentarios:

Anónimo dijo...



Jajajaajja

Que buena!!! :P


Aldo dijo...

jajajajaa... el problema llamarse Ignacio?...

Vero dijo...

pucha... Ignacio que es? digo no? jajajaja que buena la de tu vecino... fué tu primera receta? jeje

Saluditos :)